El bueno de Juan está convencido de que caemos rendidas solo por su palabrería y sus encantos. Así que, cuando ya nos hemos divertido con él y no soportamos ni un solo ripio más, hacemos lo posible para que nos abandone. Como no queremos defraudarle, lo despedimos con nuestro mejor muestrario de lágrimas y súplicas. Dicen que nos lleva apuntadas en una lista, y que presume luego de burlador de mujeres con los amigotes. El único inconveniente de todo esto es que al final la literatura la escriben ellos, y le ponen el don delante, y le ríen las gracias.
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