domingo, 22 de diciembre de 2019

El cuervo y la zorra

La zorra apagó con rabia la tele. Se le había atragantado la cena que, una vez más, consistía en un trozo del mismo queso aquel, que sabía ya a moho y a miseria. No podía soportarlo. Allí estaba otra vez el cuervo, entrevistado en horario de máxima audiencia. Pero lo peor era que se deshiciera en agradecimientos hacia ella: que si le había descubierto todo un mundo de posibilidades, que si le había dado el empujón que le faltaba... Aquel graznido desafinado que la zorra le animó a dar había sido el comienzo de una nueva vida, decía. Vendría luego su paso por el programa de talentos, donde la audiencia recompensaba con carcajadas y emoticonos cada una de sus canciones discordantes. Y ahora, encima, el cuervo se había lanzado a escribir aquel libro provocador: De la crisis a la oportunidad: qué hacer cuando la zorra se lleva tu queso.  
Foto: Ferrán Pestaña https://www.flickr.com/photos/ferranp/


sábado, 14 de diciembre de 2019

La construcción

“He aquí que el tiempo se ha cumplido y es llegada la hora de actuar. Reunirás a dos ejemplares de cada especie, y en el monte más alto construirás un Arca”. La voz del Señor tronaba desde la tormenta: “Porque vienen días en que se desbordarán ríos y mares, y aguas ponzoñosas lo anegarán todo, y el hombre verá en el cielo el fruto de cómo ha vivido sobre la faz de la Tierra”. 


Noé era un hombre prudente. Por eso se rodeó de sabios llegados de todos los rincones de la tierra conocida. Con su ayuda logró armar un sólido andamiaje. Acarreó para ello los argumentos más consistentes, los datos más fiables. Tiempo después, con las aguas ya por sus tobillos, Noé subió al monte más elevado para enseñarle al Altísimo el fruto de su esfuerzo: una estupenda construcción teórica que demostraba bien a las claras que no había motivos para ponerse tan catastrofista. 

lunes, 9 de diciembre de 2019

Nuevos tiempos

El activista seguía aburriendo a los directivos de la planta embotelladora con su despliegue de cifras y catástrofes. La nueva política de la empresa era abrirse al cambio, escuchar a la sociedad. Porque, además de las denuncias, habían obtenido pésimos resultados en compromiso ecológico corporativo. Así que ahora no tenían más remedio que escuchar con buena cara a aquel gurú de fular al cuello, quitarse la corbata para hacerse selfis con él y publicarlos en las redes con propósitos de enmienda, iconos de mundos y corazones verdes. Pero el jipi se había ido envalentonando y les pedía —les exigía incluso— un cambio radical en su modo de producción, tan contaminante. La atmósfera ya no soportaba tanto CO2. De seguir así, el aire se haría irrespirable y hasta su refresco dejaría de venderse. Porque lo único embotellado que la población necesitaría desesperadamente sería aire puro. Aquello sacó al delegado ejecutivo de innovación y proyectos de su sopor. Tras garabatear algunos números sobre el nuevo papel reciclado con el membrete de la compañía, intervino al fin: 

—Interesante. ¿Y cuánto aire consume una persona por día? ¿De cuántos litros estaríamos hablando?


El mejor de los mundos posibles

 (Relato finalista en el X Concurso de Relatos Marbella Activa) El sujeto que nos ocupa, llamémosle X, tiene ante sí el mar, después de un c...