Me queda un regusto amargo en la boca, pero sigo comiendo mientras él continúa con su cháchara: las ocurrencias de los aparceros, sus aventuras del día de campo con la cesta al brazo. Al menos están cocinadas como a mí me gusta. Le he enseñado bien. También a no esperar para cumplir sus ambiciones. Me dice que él comerá después, que ahora ha quedado. Mientras me termino las setas, le agradezco íntimamente que no me saque hoy sus agresivos planes con la finca, que me ahorre una discusión en este momento. Tengo el consuelo, al menos, de dejar un digno heredero de mi talento para los negocios.
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¡Genial como siempre! Pero este da mucho miedo.
ResponderEliminarUn beso grande.😘😘😘