Un corazón de lana y acero comenzó a latir rítmicamente al compás del furor de sus manos. Le habían dicho que se olvidara de veleidades artísticas. Que era demasiado pequeña. Y niña además. “¿Quieres crear algo tuyo? Haz punto”. Se había encerrado en su cuarto con dos agujas tintineantes y un ovillo larguísimo. Fue surgiendo entonces de entre sus manos una criatura de lana y orgullo que la miraba sorprendida. Años después, en Villa Diodati, una noche tomó la pluma con la misma rabia, y la criatura de lana que siempre había llevado como un recuerdo de su infancia, como un talismán, bajó al papel y habló, por fin.
[Sí, es el tercero que publico hoy con el mismo comienzo. Una respuesta al concurso de relatos en cadena de la Ventana, cadena Ser. Por cierto que hoy hace algunos años que se publicó Frankestein o el moderno Prometeo, de Mary Shelley, gestado en la famosa velada de Villa Diodati]
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