Los padres de Tomás insistían en recuperar al estúpido de su hijo. Rosaura no estaba tan convencida, y protestaba:
–No es culpa mía que sea tan crédulo, papá. Demasiada consanguinidad quizás.
–Rosaura, tu hermano es el heredero: aprende a respetarlo.
El dragón finalmente consintió en canjear a Tomás por tres doncellas, auténticas esta vez. Pero ya no quería a Rosaura, tan rebelde.
De vuelta a casa, con la peluca y el vestido rosa bajo el brazo, Tomás le reprochaba a su hermana la promesa incumplida: el dragón no le había enseñado a escupir fuego. Rosaura vio la ocasión:
Jajajaja Jajajaja. ¡Buenísimo!
ResponderEliminarMuy bueno Tomás y ese final tuyo hubiera sido ideal. Madre qué pesadez de ese tocayo tuyo!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
MUY BUENO, TOMÁS.
ResponderEliminarCuánto contado en tan poco...
Un ABRAZO.