Un día se atrevió a decirle a Marta que posara para él. Quedaron con esa excusa. Ella se reía, y él quiso capturar el cosquilleo de su risa. Casi un mes después, reunió fuerzas para acudir a la tienda a recoger el carrete abandonado. Decididamente, las imágenes que le devolvieron no podían ser de Marta. No dijo nada y se las quedó: quizás aquella muchacha borrosa que imitaba en vano su risa no le partiría también el corazón.
martes, 28 de julio de 2020
El revelado
Con la comunión le habían regalado una Kodak Instamatic. Cuando ahorraba para un carrete de doce más el revelado, salía a la calle a fotografiarlo todo. En casa, sus padres ejercían de modelos. Luego, tras la espera para revelarlas, su barrio aparecía irreconocible, con demasiada o con poquísima luz, como si fuera un puerto pesquero de casitas relucientes bañado de sol y cormoranes, o un callejón peligroso del mismo puerto, sumido en la oscuridad de la desdicha. Pero nunca parecía Madrid. Sus padres, siempre decapitados, podrían ser ellos u otros cualesquiera. Para cuando podía comprar el siguiente carrete, ya había olvidado sus errores, así que volvía a cometer exactamente los mismos. Guardó un álbum entero de decapitados y calles cegadoras o siniestras.
Un día se atrevió a decirle a Marta que posara para él. Quedaron con esa excusa. Ella se reía, y él quiso capturar el cosquilleo de su risa. Casi un mes después, reunió fuerzas para acudir a la tienda a recoger el carrete abandonado. Decididamente, las imágenes que le devolvieron no podían ser de Marta. No dijo nada y se las quedó: quizás aquella muchacha borrosa que imitaba en vano su risa no le partiría también el corazón.
Un día se atrevió a decirle a Marta que posara para él. Quedaron con esa excusa. Ella se reía, y él quiso capturar el cosquilleo de su risa. Casi un mes después, reunió fuerzas para acudir a la tienda a recoger el carrete abandonado. Decididamente, las imágenes que le devolvieron no podían ser de Marta. No dijo nada y se las quedó: quizás aquella muchacha borrosa que imitaba en vano su risa no le partiría también el corazón.
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