Había decidido dejar de ronronear para siempre. Tenía ganas de rugir, de dar zarpazos confundida con la noche. Un chamán le vendió el conjuro que la convertiría en aquella pantera negra que contemplaba sus paseos por el zoo. Frente a la jaula empezó el ritual, siguiendo punto por punto las instrucciones. Pero no se dio cuenta de que en el momento preciso alguien cruzó por delante devorando un pastelito rosa.
Publicado en ENTC, que este mes estaba dedicado al color rosa.
Qué final más sorprendente Tomás, me ha paralizado como a tu protagonista. Me ha encantado. Felicidades y suerte.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias: te invito a una pantera rosa con besicos de vuelta.
EliminarJajajaja. Buenísimo como siempre.
ResponderEliminarBuena eres tú, que me lees con paciencia y benevolencia y todo lo que acabe en -encia. Más panteras rosas y tigretones para ti, y muramos como nobles.
EliminarTengo que hacer selección para trabajar en clase.
ResponderEliminarCuenta con ellos, Julián. Y si quieres, te paso los inéditos que guardo para que los encuentren mis herederos debajo de una loseta, y me den el nobel retroactivo y todo.
Eliminar