viernes, 18 de enero de 2019

Déficit de atención


La mosca por el cristal. Esa mosca. Podría atraparla si quisiera, es una habilidad que tengo desde pequeño. Las manos de la doctora están frías y son demasiado grandes. Quiere que saque la lengua. No quiero, no es el momento. Me ausculta. Insiste en que la mire. Dice que me distraigo con una mosca. Pero es la mosca la que me provoca con su baile. Maldita mosca, y yo atrapado aquí. La doctora habla con mi acompañante, como si yo no estuviera presente. Como si no pudiera prestar atención a dos cosas a la vez. La mosca es verde y bien gorda. No se ven muchas como esa en la ciudad. Resuena atronadora. Pero yo puedo ver y oír a la doctora también, qué se ha creído. Dice la doctora que tengo déficit de atención. Enseguida le demuestro que no. Ahora sí saco la lengua. Me como la mosca sin dejar de prestarle toda mi atención a lo que dice. Y por supuesto que no pienso darle el gusto de cambiar de color. No ante una veterinaria con ínfulas de psicóloga.

2 comentarios:

  1. Jooo, que buen relato Tomás. Me ha encantado!! Aunque lo de comerse la mosca me da un poquito de puaggg. Jajaja.
    Besicos muchos.

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