Lo sé, soy un nostálgico. Y por nostalgia fui a aquel acto estúpido, tras veinticinco años empleados en recordar minuciosamente su carpeta abrazada contra el pecho, el olor a nata de su goma blanquísima. Esquivé saludos y risotadas al divisar al fondo su hermosura, milagrosamente intacta. Solos los dos, allí sentados, nos pusimos al día de nuestras vidas. Y de pronto, a bocajarro, el amago de confesión, las brasas en sus ojos idénticas a las mías. Así que me despedí, dejándola ruborizada y confundida, sin que pudiera terminar de decírmelo. Es que estaba impaciente por estrenar esta nueva nostalgia, tan tierna, tan jugosa.
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Mucha suerte. Ojalá gane, se sale de lo habitual en Rec.
ResponderEliminarGracias, mi querida hada madrina. Pero ya habrán llamado a los afortunados de esta semana, por eso lo publico.
EliminarEste relato me ha gustado mucho, Tomas!
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