viernes, 16 de noviembre de 2018

Labrarse el porvenir

La muchacha se pasaba la vida en la librería. Desde muy pequeña, con aquellas sesiones de cuentacuentos. Acudía triunfante con cada propina en busca de nuevos libros, mientras poco a poco iba alcanzando mejor el mostrador. Allí la encontraban día tras día sus padres, hojeando obsesiva mil y un libros, dejándose atrapar por historias que devoraba como si la vida le fuera en ello.

─No haremos carrera de ti ─bramaba el padre arrancándola de entre los anaqueles. Has de labrarte un porvenir.

Fue así como la envió al país vecino, para aquel máster de Administración de Altas Finanzas. Nada de clubes de lectura, nada talleres de creación literaria, nada de fantasías inútiles.

─Ahora no lo entiende, pero le estoy garantizando el porvenir. Tanto cuento y tanto libro no van a resolverle el futuro.

Esa misma tarde, al volver de la despedida en el aeropuerto, escucharon espantados en la televisión las denuncias de una ONG sobre el trato que estaba dando el sultán del país vecino a las jóvenes extranjeras. La madre no pudo evitar un suspiro:

─Pobre Sherezade mía.

(Hoy es el día de las librerías. Felicidades. Parafraseando a José Luis Cuerda: nosotros somos contingentes, pero vosotras sois necesarias)

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