martes, 20 de octubre de 2020

Menú del día

 “No hay tiempo que perder, termínate ya la sopa”, dice papá, siempre con prisas, como todos los mayores. Pero yo todavía tengo que soplar para no quemarme, y le pregunto que si no hay tiempo cómo puede perderse.

En el segundo plato, les repito a mis hijos que el tiempo se nos va, y ellos me miran incrédulos, convencidos de que el aquí y el ahora son suyos.

El postre me lo da una muchacha muy simpática de la residencia. Le pregunto si mis nietos vendrán hoy, y ella me contesta sonriendo: ”hay tiempo para todo”.

Yo le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa.


Relato ganador del mes de octubre en el concurso de Relatos en Cadena de la Ventana, cadena SER. 



domingo, 18 de octubre de 2020

Dura lex, sed lex

 El que abajo suscribe, en su condición de policía local, se presentó en el día de hoy en la finca del vecino que responde al nombre de tío Braulio, más conocido como “Cabeza Buque”, para devolver a su legítimo lugar, según orden dada por usía, las lindes del terreno llamado “La Marimorena”. Allí se encontró con el antedicho tío Braulio, blandiendo instrumento agrícola con evidente animosidad contra quien suscribe, que de no haber corrido no hubiera suscrito la presente ni ninguna otra, al tiempo que profería toda suerte de improperios contra la puta madre de usía, que Dios guarde muchos años y que nosotros lo veamos. Refugiado para una retirada táctica el que suscribe en su vehículo oficial, cuyos desperfectos y abolladuras consigna en atestado aparte, el supradicho “Cabeza Buque”, visiblemente enfurecido, le encargó que le hiciera llegar a usía el recado que se transcribe sin poner ni quitar nada, pese al desacato que tales palabras implican. A saber:


Primero:

Que si usía era tan cobarde como para enviar a su propio yerno a resolver un viejo asunto entre la familia de usía y la del propio tío Braulio. 


Segundo:

Que él tenía, con perdón, los huevos tan gordos como la cabeza como para que viniera nadie a tocarle las lindes, y mucho menos un calzonazos como quien suscribe, que todo el mundo sabe que dio el braguetazo dejando en estado interesante a la hija de usía, lo cual, se permite recordar el que suscribe, ya fue aclarado en su momento, cuando usía en persona vino con su escopeta de caza reglamentaria a pedir explicaciones, y se reveló como falso y fruto de las malas lenguas de esta comarca, que nunca descansan y que tampoco saben respetar como se debe a la autoridad.


En vista de lo anteriormente expuesto, el que suscribe


Primero:

SOLICITA ser relevado de este caso mientras se cura de las heridas de azadón en la cabeza y se templan los ánimos.


Segundo:

RUEGA con todo respeto a usía que reconsidere el asunto de las lindes, que aunque a usía le asiste la razón, no van a llevar a nada bueno ni resolver problema alguno, siendo como son terrenos baldíos y que no producen nada bueno, salvo enfrentamientos y malentendidos.


Y para que conste y surta los efectos oportunos, el que suscribe suscribe la presente, en Peralillos de la Sierra, a tal de tal de dosmiltal.


sábado, 17 de octubre de 2020

Los inocentes

Pancracio no para de enrollar y desenrollar la lista de los jornaleros. El señorito le dice que deje ya tranquilos los papeles. Pero Pancracio no puede evitar darle vueltas a cualquier cosa que tenga entre las manos cuando despacha con el señorito, como su padre lo hacía con la boina cuando se reunía con el padre del señorito. El señorito es algo más joven que Pancracio. De pequeños jugaban juntos abajo en la ribera. Pero ahora las manos de cada uno son distintas, como su forma de hablar. Ahora el señorito tiene estudios, y es quien manda, y nada tiene de raro que le haga pagar cada día las derrotas del pasado, cuando se enfrentaban con palos y tirachinas junto al río. Pero el señorito es buena gente, no me llames señorito, Pancracio, por Dios, que son otros tiempos, llámame Javier, hombre. 


Javier le invita siempre a un carajillo, y le palmea la espalda, y le dice qué cojones tienes, Pancracio. También le dice mucho entiéndeme, Pancracio, qué más quisiera yo, Pancracio. Y Pancracio le repite luego a los jornaleros que no puede ser, y que no le toquen los cojones al señorito, y que todavía tienen que estarle agradecidos, porque no les pide papeles ni les hace preguntas, que les ha construido el barracón para poder refugiarse, y hasta les deja cargar los móviles sin cobrarles la luz, y les da mantas o ventiladores, según sea la campaña de invierno o la de verano. Pero Pancracio no entiende a qué viene ahora encapricharse con la chavala, que es una cría, que podría ser su nieta si no fuera porque habla árabe. Es verdad que tiene unos pechos que pueden volver loco a cualquiera, también al señorito, que siempre fue un donjuán, no puede evitarlo. Y por más que Pancracio le dice que mejor la deje, que no se busque líos con las moritas, el señorito que no, que tú no entiendes que uno tiene todavía sus necesidades, porque estás hecho un carcamal, Pancracio, no me toques también tú los cojones, a ver si ahora vas a ser tú de la oenegé, Pancracio, recuerda que por culpa de los líos de la oenegé tuvimos que echar a toda aquella remesa de jornaleros. Así que ya la estás llamando y me dejas en paz, o vas a decirme tú, Pancracio, también lo que hago con mi bragueta, que estás tú muy subidito Pancracio, y voy a tener que recordarte todo lo que hemos hecho por ti y por tu familia, Pancracio, deja de una vez de tocarme los cojones. 


Y Pancracio cabecea, no para de enrollar y desenrollar los folios, con la maña de quien lleva generaciones escuchando al señorito y dándoles vueltas a las cosas entre las manos. Piensa en lo que le recuerda aquella muchacha a su nieta, y en algún lugar oscuro de su cabeza, que no tiene tantas luces como la del señorito, se le ocurre que quizás haya una manera de librar a la morita de todo aquello.  


(Para el concurso de Zenda Libros: historias rurales)


lunes, 12 de octubre de 2020

Un mismo comienzo que lleva a dos lugares muy distintos

Mis respuestas de hoy a la propuesta de Relatos en Cadena, de la Ventana:


EL SECRETO DE UNA BUENA COMUNICACIÓN


Me hace entrar en mi nuevo hogar y se sienta en el sofá, conmigo a sus pies, acariciándome. Soy tan feliz que lo marco como mi territorio favorito. Al notar la mancha en el sofá, él me regala una muestra de su condición de macho alfa. Para que vea que estoy a la altura, respondo a sus gritos con mis mejores gruñidos y algún mordisco. Me saca al jardín y allí le muestro mi sumisión con mi orina en sus pantalones. Ahora me lleva de vuelta a la perrera, seguramente para que visite a mis antiguos amigos. Me orino de satisfacción en el asiento de atrás.


El mejor de los mundos posibles

 (Relato finalista en el X Concurso de Relatos Marbella Activa) El sujeto que nos ocupa, llamémosle X, tiene ante sí el mar, después de un c...