jueves, 31 de enero de 2019

Nominalismo


Olivia Hussey, la Julieta de Zeffirelli,
no sabemos si enamorada o espantada
Ataúlfo Smith arrojó a la papelera el certificado del Registro Civil, desengañado. Tantas horas de cola, de trámites y compulsas para nada. Se había reído. Qué falsas sus palabras  cuando le había prometido, desde el balcón: “¡Romeo, rechaza tu nombre; y a cambio de ese nombre, que no forma parte de ti, tómame a mí toda entera!”

lunes, 28 de enero de 2019

Efectos secundarios

La primera, la única medida del nuevo gobierno antisistema fue el suicidio en pleno del flamante consejo de ministros. Una medida limpia, brillante, cauterizadora. Las cápsulas de cianuro relucían en su perfección plástica encima de la carpeta de piel de cada uno, junto al grabado dorado del cargo por estrenar. La tragaron todos a la vez, sabiendo que por fin alcanzarían su meta. Pero no contaban con la eficacia saboteadora de sus camaradas de la planta de productos químicos y farmacéuticos.



La primera (pero no única) medida del nuevo consejo de ministros superviviente fue una mera cuestión terminológica. Un extenso tratado lexicográfico publicado en el Boletín Oficial establecía, sin lugar a equívocos, que los miembros del gobierno quedarían para siempre fuera del término maldito. Que el sistema eran los otros.

jueves, 24 de enero de 2019

El ángel exterminador

—Entrar y salir, amor, ya lo verás. Es solo una caja que nos hace falta. Está en catálogo y disponible en tienda, que la he visto en internet.


Fotograma de El ángel exterminador (1962), de Buñuel
Ocho días después, tras desayunar otra mañana más albóndigas suecas y perritos con cebolla crujientita, el más joven de aquel grupo heterogéneo y desaliñado se atrevió a insinuar que tal vez había un problema.

lunes, 21 de enero de 2019

Y luego dicen que es barata


Habría cogido alguna vez un hilván de su montón si el capataz no estuviera vigilándonos. Porque ella no alcanzaba el mínimo: mil al día. Había venido intoxicada, de la sección de tintes a la de dobladillos. La escondieron cuando vino aquel inspector europeo que nos preguntó por las condiciones de trabajo. Nosotras le respondimos como nos habían enseñado. Luego nos mostró un folleto con nuestras prendas, marcadas en euros. Me lo tradujeron a rupias y entendí lo que valíamos. Así que, ahora que ella no está, oculto estos mensajes en los dobladillos, por si encontrarais alguno antes de tirar la prenda y comprar la última oferta.

viernes, 18 de enero de 2019

Déficit de atención


La mosca por el cristal. Esa mosca. Podría atraparla si quisiera, es una habilidad que tengo desde pequeño. Las manos de la doctora están frías y son demasiado grandes. Quiere que saque la lengua. No quiero, no es el momento. Me ausculta. Insiste en que la mire. Dice que me distraigo con una mosca. Pero es la mosca la que me provoca con su baile. Maldita mosca, y yo atrapado aquí. La doctora habla con mi acompañante, como si yo no estuviera presente. Como si no pudiera prestar atención a dos cosas a la vez. La mosca es verde y bien gorda. No se ven muchas como esa en la ciudad. Resuena atronadora. Pero yo puedo ver y oír a la doctora también, qué se ha creído. Dice la doctora que tengo déficit de atención. Enseguida le demuestro que no. Ahora sí saco la lengua. Me como la mosca sin dejar de prestarle toda mi atención a lo que dice. Y por supuesto que no pienso darle el gusto de cambiar de color. No ante una veterinaria con ínfulas de psicóloga.

lunes, 14 de enero de 2019

Cosmogonía

Me quedé dormido hilvanando constelaciones. Incluso para mí es un trabajo agotador. Cuando me desperté, se acercaba la noche, así que tuve que apresurarme en terminar de reconstruir el firmamento, desbaratado tras la batalla contra los titanes. Redibujé al cazador Orión, eternamente perseguido por Escorpio. Las Osas bailando alrededor del norte. Perseo al rescate de Andrómeda. Pero no pude resistirme a improvisar algunas nuevas: el rey Arturo sacando la espada de la piedra, el guerrero sioux asomándose al desfiladero,...Hasta que Hera, celosa siempre, recogió  todas las estrellitas de la mesa, dejándome un cielo desértico. Ni siquiera escuchó mi protesta: “¿Otra vez sopa para cenar?”

jueves, 10 de enero de 2019

Heredar

Con los primeros fríos, en la casa se hará el cambio de temporada. Se imagina que, como siempre, la ropa desechada del hermano pasará a su lado del armario. Sus padres le han dicho que ahora se cumple el primer aniversario, pero no parece que eso signifique fiesta ni pasteles. Luego han salido, otra vez silenciosos y cabizbajos. Él no puede dormir. Teme que papá y mamá regresen con aquella caja blanca, que a estas alturas ya se le habrá quedado pequeña a su hermano.


Por negro negrísimo que sea (perdonadme), resulta que es el relato ganador del mes de diciembre en la VIII edición del Concurso de Microrrelatos “Microconcurso La Microbiblioteca” (categoría castellano), que organiza la Biblioteca Pública Municipal Esteve Paluzie del Ayuntamiento de Barberà del Vallès (un sitio y una página de referencia para los devotos del género)

lunes, 7 de enero de 2019

Error de cálculo

Ordenó sin pestañear la expulsión de cualquier extranjero del reino, desoyendo las tímidas protestas de sus consejeros. No le temblaría el pulso. El país necesitaba medidas drásticas, y no sobraba el trabajo para los nacionales. Firmó una orden irrevocable.



Días después, en el barco que le conducía al exilio, lamentó no haber prestado más atención a su tata, cuando siendo pequeño le recitaba como una salmodia la historia peregrina de su dinastía.

sábado, 5 de enero de 2019

Portarse bien

No, Mario ya no era un buen muchacho. En eso había unanimidad. Empezando por la maestra, que le repetía a su padre que tenía que meterlo en cintura. No debía dejarse engañar por el aspecto de animal herido en el que se había atrincherado desde que la madre faltaba. El niño necesitaba orden y mano dura en casa. Bien es cierto que mano dura ya la tenía cada vez que el padre estallaba de soledad y alcohol al volver de la taberna. Pero, al parecer, de nada servían los castigos. Mario había cambiado, y para mal, a medida que se iba acercando la Navidad. Ya no quedaba nada de aquel niño noble y educado de cuando la madre estaba con ellos. Y eso que le habían advertido de que los pajes de los Reyes lo vigilaban todo en esos días. Claro que tampoco es que a Mario le hubieran traído juguetes muy lucidos otros años. A veces ni siquiera juguetes: una muda nueva, unos calcetines que suplieran a los que la madre ya no iba a remendar nunca.



Finalmente, la maestra optó por expulsarlo después del episodio del ratón. Mario había dejado escapar aquel bicho enorme, y fue la revolución. La maestra y la mitad de los niños subidos a los pupitres, mientras la otra mitad se ocupaba de la alborozada cacería, destrozándolo todo a su paso. Aquello no podía ser un accidente, una travesura sin más, dijo la maestra. Había un plan deliberado, sostenía, y argumentaba su larga experiencia, su amplio conocimiento de la condición de cada niño. Así que le dijo al padre que hasta ahí habían llegado. Que ni se molestara en volver tras las vacaciones de Navidad, que otros niños pobres iban a agradecer más lo que se hacía por ellos.


El comportamiento de Mario fue a peor en los días siguientes. Si aquello era un plan, si respondía a algún tipo de venganza debida a su maldad, como sostenía la maestra, la estaba ejecutando escrupulosamente. Martirizaba a los perros del barrio con latas viejas en el rabo. Ponía piedras al paso de los carruajes para escuchar los gritos de las señoras de postín con los baches inesperados. Rompía todas las botellas que encontraba guardadas por la casa. El día de Navidad, por fin, el padre no pudo más y lo dejó con la abuela, en aquella casucha fría y destartalada. Fueron un par de días, quizá tres. Mario pasó las noches, y parte de aquellos días, acurrucado a los pies de la abuela, dejándose acariciar como un perrillo. Su abuela y él casi no hablaban, pero la presencia de la vieja era lo más sólido a su alcance, como si su madre todavía estuviera ahí, como si todavía pudiera acariciarlo.


En Nochevieja no fueron solo los petardos: el cura sorprendió a Mario rompiendo a pedradas las ventanas de la iglesia. No pudo encontrar a su padre en ninguno de los sitios habituales, así que tuvo que llevárselo a la abuela cogido de la oreja, no sin antes repetirle la cantinela de que los Reyes Magos se lo harían pagar. ¡Y todavía sonreía el muy desgraciado!


Pero, ya el mismo cinco de enero, la fechoría superó todos los límites cuando se atrevió a robarle los caramelos al cartero real que la única tienda grande del barrio había traído aquel año.


Cuando llegó la mañana del día seis, tal y como todos se habían empeñado en recordarle, un saco de carbón fue todo lo que amaneció en su casa. El padre, recién llegado y todavía en la puerta, se sonreía esperando su reacción. Porque tendría que reaccionar al fin. Y sí que reaccionó, pero no como él esperaba. Como si toda su maldad se hubiera esfumado de pronto, su cara se iluminó y, tras pedir permiso a su padre, que no supo qué contestar, corrió con el botín a casa de su abuela, atropellando a todos a su paso:

–¡Abuela, los Reyes han cumplido su parte! ¡Mira lo que te traigo! ¡Carbón para el brasero!

martes, 1 de enero de 2019

Crecer

No volverá a su cuarto hasta el año que viene. Hasta el año que viene no hará pipí. Y así todo. La noche de fin de año cada gesto se convertía en un acontecimiento. El tiempo era el protagonista, extraño y caprichoso, tras la ceremonia del atragantamiento de risa de las uvas. Le dejaban quedarse hasta tarde, viendo el especial de Nochevieja de la tele. No dentro de mucho también le tocará a él salir a un cotillón, que era como se llamaban a las fiestas de fin de año. Como su hermano mayor desde esa misma Nochevieja. Pero él todavía era un niño en aquel año moribundo. Efectivamente, cuando volvió a su cuarto, casi a las dos de la madrugada del año siguiente, todo era distinto. Y él se sentía raro. La canción de Sabrina, junto con la incómoda, la hipnótica sensación vivida ante la tele, bamboleaba en su cabeza como un pecho de mujer.

El mejor de los mundos posibles

 (Relato finalista en el X Concurso de Relatos Marbella Activa) El sujeto que nos ocupa, llamémosle X, tiene ante sí el mar, después de un c...