(Microrrelato finalista en el concurso Manuel J. Peláez de 2025)
El cortado sobre el río era nuestro orgullo. Por sus vistas y su microclima: a finales de enero, cuando el nivel de melancolía alcanza su cota máxima, se desataban las precipitaciones. Era extrañamente hermoso ver llover a los suicidas, unos gritando y otros en silencio, con carta o no para el juez, mojados en lágrimas o secos como espartos. Nos sentábamos enfrente para admirar la breve libertad de cada vuelo, que se deshacía al aterrizar en un ruido de sandías estrellándose. Más tarde, con la primavera, al abismo solo se asomaban los enamorados con sus promesas de eternidad, que en verano darían fruto en forma de crímenes pasionales y suicidios en pareja.
(Foto: Diario de Sevilla)
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