Exactamente lo mismo que decía cuando estaba viva, palabra por palabra:
“Hijo, hay que ver cómo tienes todo esto. En cuanto una no está pendiente te come el desorden y la porquería.”
Y yo, avergonzado, dejo a un lado el bate de béisbol y me pongo a limpiar los sesos esparcidos y la sangre, mientras ella espera pacientemente su turno con un trapito sobre los hombros, para no manchar.
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