lunes, 13 de abril de 2020

Odisea

Los días le empiezan a parecer indistinguibles. No encuentra ni sombra de épica en su rutina. Levantar a los niños, ayudarles a organizar sus tareas. Jugar con ellos. Separarlos en el fragor de una pelea, alguna vez desesperarse y reñirles. Contarles historias. Lograr que pase el tiempo o lo parezca. 


Ha aprendido a conjugar el verbo teletrabajar. A veces logra que aquello pase por ser un lugar de trabajo apropiado, que las risas y los gritos de los niños no se cuelen por el micrófono del portátil, con el que vaga de un rincón a otro de la casa en busca de wifi y de silencio. Cuando baja al súper se acuerda de las colas que le contaba su madre de cuando todo aquello. Así que la llama: ¿estás bien? ¿necesitas algo? Cada noche busca en internet nuevas ideas, platos que cocinar al día siguiente, rutinas diferentes, porque las de hoy ya parecen como deshechas, gastadas por este tiempo plano y gris, como un tapiz desvaído con el roce.

Cada tarde sale al balcón a aplaudir. Aplauden a Esculapio, entregado a la curación y al cuidado. O a Sísifo, que intenta día tras día que la roca no vuelva a rodar ladera abajo y nos aplaste. Aplauden los esfuerzos titánicos de Hércules para que todo siga donde debe. Y los desvelos de tantos otros. Incluso los del mismo Homero, que inventa mundos para que el nuestro nos parezca más comprensible y habitable. Se acuerda también entonces de su esposo ausente, obligado a viajar sin descanso. Ella (o quizás sea él, quién sabe) se llama Penélope, y no suelen mencionarla entre los héroes.

2 comentarios:

  1. Es de agradecer que alguien se acuerde de las mujeres, las grandes olvidadas del día a día y de la historia.

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  2. Siempre se olvidan, nos olvidamos, de mencionarlas en nuestras listas de héroes.

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