
martes, 1 de enero de 2019
Crecer
No volverá a su cuarto hasta el año que viene. Hasta el año que viene no hará pipí. Y así todo. La noche de fin de año cada gesto se convertía en un acontecimiento. El tiempo era el protagonista, extraño y caprichoso, tras la ceremonia del atragantamiento de risa de las uvas. Le dejaban quedarse hasta tarde, viendo el especial de Nochevieja de la tele. No dentro de mucho también le tocará a él salir a un cotillón, que era como se llamaban a las fiestas de fin de año. Como su hermano mayor desde esa misma Nochevieja. Pero él todavía era un niño en aquel año moribundo. Efectivamente, cuando volvió a su cuarto, casi a las dos de la madrugada del año siguiente, todo era distinto. Y él se sentía raro. La canción de Sabrina, junto con la incómoda, la hipnótica sensación vivida ante la tele, bamboleaba en su cabeza como un pecho de mujer.

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