Descansaba durante el día sin saber nunca de qué descansaba exactamente. A veces, por unas agujetas, descubría que su otro yo había estado practicando ciclismo entre las sombras. Sus riñones todavía recuerdan aquella época aciaga en la que le dio por el levantamiento de pesas. Otras veces, encontraba rastros de diferentes adicciones, desde el tabaco a la apicultura, pasando por el coleccionismo de agujeros y tatuajes. Pero aquella vez se había pasado de la raya. Justo antes de dormirse, descubrió la pila de libros bajo su cama y, en su cerebro, con su martilleo de cantinela, docenas y docenas de frases de autoayuda.
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