lunes, 4 de marzo de 2019

Avaricia

Esas alas de plástico servían para volar. Aquellas otras, de oro macizo, jamás levantarían el vuelo. Cuando el genio les concedió llevarse un objeto, ni el príncipe ni el mendigo dudaron. El primero había leído todos los cuentos, bellamente encuadernados, en su biblioteca. Escogió las alas de plástico, porque no iba a caer en la trampa de mostrar avaricia. El mendigo, que no había tenido más escuela que la calle, se quedó con las de oro.


Con lo que sacó por las alas, el mendigo le construyó un palacio a su madre. Desde allí podía escucharse cada tarde el moscardoneo del príncipe, sobrevolándolo una y otra vez.

2 comentarios:

  1. A veces la experiencia y la sabiduría que da la vida dura, nos hace más eficaces y sabios. Nos hunde el querer quedar bien y las apariencias.
    Buen micro.
    Besicos muchos.

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  2. Pues sí, Nani. A veces el más avaricioso es el que va de desprendido. Gracias por tu generosidad, siempre.
    Besicos muchos.

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