Ninguno de los niños que había en el arcón era Tomás, evidentemente. Porque él no era Dios, sino el científico que había ideado el arcón criogénico de clonación avanzada, que ahora mostraba sus frutos: ocho réplicas exactas de Tomás. Ahora solo quedaba educarlos condicionando sus respuestas emocionales. Seguro que alguno le daría por fin a su hija el ansiado sí. Quizás la estaba malcriando, cediendo demasiado a sus caprichos. Así que se prometió que era la última vez. Sobre todo mientras fuera necesario sacrificar la muestra para conseguir las copias. Si con esto no se volvía más razonable, tendría que cultivar otra para sustituirla.
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Jajaja, es que la frasecita se las trae. Pero tu micro ha quedado muy bien. Yo muy macabra.
ResponderEliminarBesicos muchos.
El cuento se las trae, Tomás, pero me encanta. 😂😂😂
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