lunes, 24 de diciembre de 2018

Invasión

Vienen con todo el cansancio a cuestas, con la melancolía de todas las negativas que ya esperan, porque en el fondo saben que piden demasiado. Van llamando de puerta en puerta, aparecen incluso en el telediario. Sin dinero, sin papeles, restregándonos sin pudor su miseria ¿quién va a alojarles, en estas fechas? ¿cómo fiarse? ¿cómo no decirles que no, con todo el dolor de nuestro corazón? Hay que poner límites, no es cosa nuestra. Para eso se inventaron las leyes, las alambradas, el orden. ¿Pero quién les habrá abierto abajo? Ya hay quien les da mantas, quien les prepara centros donde esperar a que se les devuelva al sitio al que pertenecen.
José y María buscan posada a su llegada a Belén,
de Abel Grimmer, Museo del Prado
Se hace tarde, hay que prepararlo todo. Pero ellos vagan, buscando, preguntando. Algún desalmado intenta aprovecharse de ellos. Ya se sabe, las mafias siempre. Nosotros no, somos gente de orden. Hay que respetar la ley. Y todavía siguen vagando. Vienen embarazadas, no diré yo que para aprovecharse de nuestros privilegios, de la sanidad y la ciudadanía, pero debieran cuidar más al fruto de su vientre. Vienen con niños mocosos, huyendo de vagas persecuciones, improvisando para ganarse el asilo historias de reyezuelos inverosímiles, que matan niños inocentes, que reclutan niños soldados. A veces son de aquí mismo, y entonces se me parte el alma. Mi vecina Pastora está en un grupo de voluntarios, y sale a atenderlos de noche, como una iluminada. Le digo que no sea imprudente, que se puede llevar un testarazo. Los veo marcharse por la escalera. Les he dado un bocadillo, pobrecitos. Menos mal que pasará la Navidad, guardaremos el árbol, los adornos y las luces y con ello nuestra mala conciencia hasta el año que viene.

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